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Principito desencantado

Historias de un principito sin reino y sin princesa

15/03/06 Mi 11-M

Me levanté muy pronto. Tenía clase a las 8 de la mañana y estaba viendo el telediario mientras tomaba la leche. No dijeron nada. Salí de casa a las 7.40, la fatídica hora de la primera de las explosiones. En el autobús parecía un día normal como otro cualquiera, música, caras de sueño... todo muy normal.

Empezamos la clase. Todos estábamos medio dormidos. Era un aula de dos horas por lo que hicimos descanso entre medias. Ahí sonó el móvil de un compañero de clase. Era su hermano, vivía en Madrid y le llamaba para decirle que estaba bien. No sabía a que se refería. Le dio algunas pinceladas. A las 10 de la mañana la noticia ya corría por todos los pasillos de la facultad y los alumnos se agolpaban ante los ordenadores de la sala de internet esperando noticias. Ahí vi yo las primeras imágenes, eran escalofriantes. Casi 100 muertos a esas horas. A las 12 hubo concentración en el campus. Fueron cinco minutos de silencio en los que todo el mundo dejó a un lado todo y se solidarizo con las victimas.

A esa hora ya me fui a casa y no me despegue de la televisión hasta las 17 de la tarde aproximadamente. Todo lo que vi me dejó helado. Recordaba las imágenes del 11-S y un escalofrío recorría mi cuerpo. Me fui al gimnasio. No había música. En cambio, estaba la tele puesta con el sonido a todo volumen. Mientras la gente llevaba a cabo sus ejercicios rutinarios el silencio era algo sepulcral, roto de vez en cuando por algún suspiro de agotamiento. De ahí a casa de nuevo. Continué pegado a la televisión empapándome de las últimas noticias.

A las 23 había quedado para tomarme algo como cualquier otro jueves. La gente no hablaba de otra cosa. A pesar de todo no había el entusiasmo habitual, todo el mundo sabía que lo que había pasado era muy grave. A la 1 llegué a casa y volví a conectarme a internet buscando las últimas noticias. Se confirmaban más muertes. Me metí en la cama desolado y a pesar de ser ateo o de no estar seguro "en qué creer", recé mucho por toda esa gente que como yo iba a clase aquel día, o quizás a su lugar de trabajo o simplemente por aquellos que vinieron a este país esperando un futuro mejor.

Por todos ellos.
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