Volví a coger el autobús urbano, ese que tantas veces cogí en mis tiempos de universitario, ese que tantas veces cogí con ella. Como superstición me fui a otra parada distinta a la habitual como intentado evitar que todos esos recuerdos no se agolparan en mi mente. Subí. Había poca gente y silencio, mucho silencio. Algunos tenían caras comunes, otros caras más alegres y la inmensa mayoría expresiones tan aburridas como la mía. Así es la vida pensé.
Llegué a mi destino y se repitió lo mismo que hice tantas y tantas veces, bajé del autobús, crucé la autovía y entré en el centro comercial. Bajo mis andares distraídos mi mente no dejaba de pensar (recordar). ¡Qué duro es esto de volver a lugares donde has vivido tantas cosas! Quise salir de allí tan rápido como el objeto de mi visita me lo permitiera. Y así lo hice. Me puse las gafas de sol y volví a desandar el camino andado buscando esa vieja parada de la línea A. La gente se agolpaba tras la marquesina con bolsas de plástico no biodegradables, apuntes de alguna ingeniería agrónoma, cafeteras en oferta e incluso una tabla de planchar a estrenar. Yo, en cambio, solo llevaba un libro entre las manos, ya sabéis,
Marina.
Llegó el urbano y subí de los primeros. Elegí mi sitio preferido, al lado de la ventanilla y sin asientos de frente. En el mismo momento en el que me senté tuve miles de
flashbacks viniendo a mi mente, unos dulces, otros ácidos, otros amargos... demasiados sabores para un gesto insaboro. Apagué mi mp3, cogí el libro, lo abrí y comencé a (intentar) leerlo. Observé. Las caras eran similares a las del viaje de ida pero ahora las conversaciones discurrían sin parar.
Qué tal tus hijos? Se casó el mayor? Cómo te fue el examen de Fitotecnia? He comprado un juego completo de sillas para el jardín por tan solo 225 euros. Poca cosa, la verdad. Suspiré y deseé salir de allí, de aquella estampa donde me veía yo a mi mismo tres años atrás, tres años antes de
amarillo (después ya nada fue igual).
Llegamos a mi destino con tan solo dos párrafos consumidos de mi libro. Pensé que eran demasiados, sobre todo dadas las circunstancias. Bajé a la acera, me puse los cascos y di al play.
Sidonie sonaba melancólico en el mp3. Buena banda sonora para este triste viaje.
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