Hace mucho que debí contar esta historia pero como no era algo que me afectara directamente creía que era mejor guardármelo.
Lo voy a resumir sin entrar en muchos detalles, por lo menos en detalles que a mí no me corresponden.
Se podría decir que en los últimos dos meses he sido el paño de lágrimas de mi amiga
E. Sin venir a cuento, una tarde de mediados de mayo,
su novio la dejó y ella entró en un pozo sin fondo en el que no encontraba salida. Ante este estado me volqué con ella y ella conmigo. La quiero mucho y no iba a dejarla sola en esto. La visitaba (vive en otra ciudad), hablábamos casi a diario, mensajes, etc...
La pasada semana iba a venir a verme. Desde hace más de un mes, ambos hablamos que lo mejor que podía hacer para que desconectara, se relajara un poco y no se sintiera sola era que viniera a mi ciudad y pasáramos unos días juntos. Incluso había pedido un par de días en el trabajo para irnos a la playa. Hasta aquí todo bien. Vino por fin el pasado miércoles y ese mismo día por la noche me dijo que había decidido volver con su ex. Le comenté si estaba segura de ello o si lo había pensado tranquilamente y me contestó que no, que era lo que quería y que lo pensó
solamente durante medio minuto. Por unas causas u otras al día siguiente se fue, no sé si por obligación o por devoción, pero así lo hizo. Y por eso di con mis huesos en
San Fermín, no por otra razón.
Desde ese día tan solo hemos cruzado dos mensajes. Y me duele, me duele mucho. Sé que ahora que él ha vuelto no puede estar pendiente de mí pero tampoco que me olvide tan fácilmente cuando hasta hace cuatro días era yo el que escuchaba sus lágrimas al otro lado del teléfono. Entiendo que guarde las distancias lógicas pero no hasta ese punto.
Por qué cuento esto? Pues porque ayer cuando me fui a meter en la cama encontré un peluche debajo de mi almohada con un
gracias gigante en el pecho. El detalle me dejó algo tocado, quizás demasiado...
Etiquetas: sentimientos, situaciones