Día 1.
La aventura empezaba el jueves por la tarde. Después de todos los preparativos y algún pequeño incidente como el pinchazo de una rueda llegamos a nuestro destino con la ilusión intacta. A bebernos unos cubatillas, unas risas y a dormir que el día siguiente se preveía largo.
Día 2.
Y así fue, muy largo. Nos despertamos a las diez de la mañana porque con toda la
solana era imposible mantenerse dentro de la tienda de campaña. Después del típico desayuno mochilero a base de pastelitos, chaskis, batidos y algún biofrutas antiresaca, nos encaminamos a hacer el mítico
descenso del Sella. A mí personalmente fue algo que me encantó. Tardamos unas seis horas en recorrer los 16 km que van desde
Arriondas hasta
Ribadesella pero claro, con la cantidad de chiringuitos que había por el camino y todo el alcohol que llevabamos en las canoas se te hacía hasta corto. Como eramos impares me tocó ir en una canoa individual, mucho más inestable que un k2, y chupé agua unas seis o siete veces. Da igual. Además mientras hacíamos el descenso conocí a unas canarias muy majas a las que por desgracia no volví a ver. Cuando llegamos duchita y a cenar. Tiramos de camping gas y aunque los macarrones no eran los mejores que he comido entraban bastante bien. Después, antes de salir de fiesta y probablemente debido al alcohol, nos pusimos a debatir de lo divino y de lo humano. Mis amigos se enteraron que tengo un blog, que he llorado muchas veces y que tengo miedo a estar solo. No sé por qué se lo dije pero lo hice. Ellos son algo
insensibles y no supieron qué decir. Ellas se sorprendieron de mi confesión aunque aún más las sorprendió la naturalidad con la que lo contaba. Bueno, soy así, supongo. Una vez acabados los temas trascendentales todos a la fiesta del pueblo. Fue muy grande y me lo pasé genial. Había mucha gente pero se estaba bien. Todavía quedaba lo peor...
Día 3.
Amanecimos cuando el sol empezó a pegar fuerte en la tienda. De desayuno lo mismo que el día anterior. Una vez despertados fuimos al pueblo a ver el ambiente y la salida de la carrera. Me gustó. Después a pasar la mañana en el río, bañándonos y tomando el sol. Ya cuando creímos que el tono de nuestra piel era más que suficientemente rojo, fuimos a comer algo y a dormir la siesta. Para ello encontramos un árbol bastante atractivo que conseguía darnos sombra a los siete que eramos y allí pasamos la tarde. Caundo creímos que ya habíamos descansado lo suficiente cogimos el coche y nos fuimos a Ribadesella. Ahora teníamos una nueva misión que era encontrar un sitio donde poner las tiendas. Lo conseguimos cerca del campo de fútbol. Allí cenamos unos buenos macarrones y después a disfrutar. Los ánimos andaban al principio un poco bajos ya que nuestros cuerpos ya estaban bastante tocados pero al final salimos y aguantamos toda la noche al pie del cañon. Lo pasé genial pero esta vez sí que había demasiada gente, muchísima. Llegué a la tienda sobre las seis de la madrugada, solo, pero contento.
Día 4.
Nos despertamos como los dos días anteriores. A estas alturas, después de más de un día sin tomar una ducha, después de una larga noche de fiesta y después de tener la boca igual que un estropajo, nuestro cuerpo ya no estaba para nada. Con más desidia que otra cosa, empezámos a recoger el chiriguito como buenamente pudimos. Aunque a la vuelta pillamos atasco no se nos hizo demasiado largo. Lo peor vino cuando llegué a mi casa. Tuve que hacer hasta tres lavadoras y aún tengo cosas que lavar. Qué duro es ser amo de casa!
Día 5.
Me levanto pronto y muy cansado para ir a trabajar. Vengo a casa al filo de las seis de la tarde y me la paso cambiando sábanas, haciendo la compra, alguna que otra lavadora, haciendo la cena y planchando. Acabo muerto y escribo esto. Ahora son casi las doce y media y me voy a la cama. A ver si mañana me queda tiempo para leeros y de paso echarme una siestecilla que la necesito.
...Y mañana os cuento el plan del próximo finde.
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