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Principito desencantado

Historias de un principito sin reino y sin princesa

Cada vez peor

28 noviembre 2010
Discoteca. Madrugada. Estoy con mis amigos. También está ella, la chica del festival de verano. Voy al baño y me encuentro con la chica de la que intento distanciarme. Está mal, triste y borracha. Dice que lleva toda la noche buscándome. Hablamos. Solo le pido compromiso. Duda. Está fatal. Vuelvo a caer. Nos besamos. Ella ya sabe que se va a venir a dormir conmigo. Al rato volvemos con los demás. Miro el móvil. Tengo un mensaje de la chica del festival de verano. "Te echo de menos". Bufff. Se encienden las luces. Salimos ella, yo y su borrachera. Vomita. Me llama la chica del festival de verano. Me pregunta dónde estoy y ya no sabe qué más decir. Acaba la conversación. Meto en un taxi a la chica de la que intento distanciarme (vaya ironía llamarla así) y nos vamos a casa. Allí, como puedo, la desnudo y la meto en mi cama. Cae rendida. Demasiados caciques. Me acuesto a su lado y pienso. Vuelve a llegarme un mensaje de la chica del festival de verano. "No quería ser egoista, aunque creo que lo he sido". Pongo el despertador. Intento dormir.

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Mensajes prohibidos

24 noviembre 2010
Ella: Has llegado bien no? No te ha pasado nada raro? Juro que es mi último mensaje. Un beso.

Principito: He llegado bien, en cambio, mi corazón, ha ido dejando trocitos por el camino pensando que quizás, como Pulgarcito, algún día sepa el camino de vuelta a tu casa. Un beso fuerte.

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Más frustrado todavía

19 noviembre 2010
La chica con la que andaba liado se ha ido. Tanto ella como yo hemos querido distanciarnos durante un tiempo. Después de casi un mes juntos se han generado en nosotros una serie de sentimientos y situaciones confusas que han acabado en lo peor, separados.

Al principio los dos teníamos muy claro que nuestra historia era solo sexo sin complicaciones. Ella acababa de dejar a su novio y aunque lo tenía muy claro aún tenía sentimientos de cariño hacía él. En este contexto la cosa entre nosotros se empezó a enturbiar y la relación se volvió cada vez más ambigua. Ambos, faltos de cariño como estábamos, empezamos a hacer cosas más comunes de novios que de rolletes. Incluso de forma circunstancial, se vino a vivir a mi casa durante unos quince días en los que hicimos vida casi de pareja. Después se fue a su casa pero seguimos viéndonos todos los días. Disfrutábamos el uno con el otro y recibíamos ese lado de cariño que ambos nos faltaba.

Me fui de viaje. Durante este periodo no dejamos de mandarnos mensajes y procurábamos hablar todos los días, era casi una necesidad, ambos nos echábamos de menos. Qué ocurrió? El pasado sábado esta chica acabo en la cama de otro. Ella no lo ocultó, incluso me lo comentó al día siguiente. Pensó que no iba a importarme. Yo también. Pero me importó, y mucho. Pasé el domingo helado de frío. Al día siguiente viajé a mi nueva ciudad y quedamos. Ella creía que todo estaba bien pero en cuanto vió mi cara se dió cuenta de que algo raro ocurría. Nos sentamos y le abrí mi corazón. Fui muy sincero. No estaba enamorado de ella ni creía que iba a ser la mujer de mi vida pero me dolió muchísimo lo que hizo y los anteriores diez días no dejé de echarla de menos. No hubo reproches, no podía haberlos. Se quedó alucinada, no sabía qué decir y no dijo nada. Esa noche no pudimos dormir ninguno de los dos. Nos pasamos toda la noche mensajeándonos hasta que al filo de la mañana se vino a dormir conmigo a casa. Hablamos mucho y después de su arrepentimiento resolvimos su desliz con una ración extra de cariño, mimos y finalmente sexo. Comimos juntos y antes de irse a trabajar le dije que a la noche me pasaría por su casa porque aún teníamos una conversación pendiente. Teníamos que hablar de nosotros y dejar la ambigüedad a un lado para poner unos limites a nuestra relación.

Me pasé toda la tarde dándole vueltas al asunto. Sabía que no la quería, al menos no ahora, pero también sabía lo mucho que la había echado de menos y lo perfecta que era su compañía. Por qué no, pensé, no tengo nada que perder y mucho que ganar. Cuando llegué a su casa nos tumbamos en la cama y ella me preguntó cuál era mi idea. Le dije que mi opción era seguir exactamente igual que antes pero ciñéndonos los dos el uno al otro, es decir, fidelidad. Si funcionaba perfecto, pero que si en quince días o un mes o dos o lo que fuera, alguno de los dos se daba cuenta de que eso no iba para delante dejaríamos la relación. A ella, en cambio, la palabra compromiso le dió muchísimo miedo. Me dijo que acababa de salir de una relación de cuatro años y que lo que menos quería ahora era comprometerse, que estaría dispuesta a seguir acostándonos y compartiendo tiempo juntos pero sin nada más. A continuación un frío escalofrío me recorrió el cuerpo y la situación se volvió de lo más extraña. Ahí estábamos los dos tumbados, el uno al lado del otro intentando mirarnos pero sin mirar, intentando acariciarnos con el temblor de nuestros dedos, intentando contener las lágrimas, sin saber qué decir, qué hacer... Me fui sin dejarle que me acompañará a la puerta, ya conocía el camino y no quería ninguna escenita. Quería estar solo en mi dolor.

Cuando llegué a casa no pude más y lloré. Fueron muchos sentimientos enfrentados y acumulados desde la mañana del pasado domingo y tenía que desahogarme. Creo que no lloré solo por ella sino por todo un poco. A la mañana siguiente, con escasas dos horas de sueño, no era más que un cadáver andante. Hacía que no me sentía así desde los tiempos de amarillo. Pasé el día triste y cabizbajo. Hoy, de nuevo, al coger el coche esta mañana he vuelto a llorar, solo, mientras conducía. Y después a mediodía otra vez. Nos hemos vuelto a mandar mensajes durante horas pero ya no hay nada que arreglar, hemos decidido distanciarnos durante un tiempo y ver qué pasa en el futuro.

Sinceramente, estoy muy jodido. He vuelto a sentir cosas que hacía años que no sentía. Este verano me enamoré de la chica del festival de verano pero fue fácil olvidarla, ella desapareció y la distancia hizo el resto. En cambio con esta chica no ha habido amor pero si dependencia, costumbre y apego. Son sentimientos distintos pero los dos duelen. Creo que por eso lloré el primer día, por todos los sinsabores acumulados. Esta mañana no, esta mañana lloré solo por ella.

Os seguiré contando. Lo mejor de esto, sin duda, fueron los quince días que dormimos abrazados el uno al otro. Es una sensación extraordinaria sentirse querido y que haya alguien siempre ahí.

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Viaje

08 noviembre 2010
Ahora mismo estoy escribiendo desde Praga y esta tarde me marcho a Berlín. A la vuelta os cuento.

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