Hace mucho que no hablaba de ella pero tengo que hacerlo. Os pongo en antecedentes. Es una de las tantas chicas que conocí en la época post
amarillo. Se trata de una chica guapísima y absolutamente encantadora, otra más. Además se puede decir que de todas mis historias es con la que mejor me llevo y con la que aún mantengo un contacto casi diario. Aún así estuvimos separados un tiempo. Más bien fue ella la que se alejo de mí y por supuesto no la culpo. Pensó que
podría olvidarme pero no fue así y optó por desaparecer de mi vida. Así casi pasó un año sin mantener contacto conmigo, un año en el que aprovechó para consolidar una relación. Después, cuando ya pensó que todo volvía a su cauce
apareció de nuevo en mi vida aunque de una manera un tanto caótica, unas veces alegre, otras triste, otras vuelve a desaparecer...
Resulta que el día antes de irme a
Cuba de vacaciones quedé un rato con ella. Es curioso que siendo
mi cumpleaños fuera yo el que la llevara su regalo que tenía comprado desde el pasado verano pero que por unas cosas u otras no la pude dar con anterioridad. La encantó. Sabía que así sería. El rato que pasamos juntos fue corto, demasiado. Me contó miles de cosas, sobre ella, sobre su relación, sobre sus amigas y sobre su familia. La sensación que se me quedó fue de conformidad, no de felicidad, y me dolió mucho verla así. Ya por la noche me envió un mensaje bastante largo en el que me comparaba con su chico y en el que
Principito salía ganando por goleada. Reconozco que cuando lo leí, un fuerte escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Esa noche tardé en dormirme.
La semana pasada volví a tener noticias suyas. Era de madrugada. Solo bastó un mensaje suyo, un poco de alcohol en mi cuerpo y mi dosis diaria de melancolía profunda y soledad eterna. La contesté y, dadas las circunstancias, la dije algo que me salió del corazón, que lamentablemente
nos encontramos en el momento equivocado. Tardó en responder pero al final lo hizo y me contestó que
siempre lo creyó así, o al menos quería creerlo, así era más feliz. Esa noche, como no podía ser de otra manera, también me costó conciliar el sueño.
Sé que esto ahora de poco sirve, sé que vivimos en ciudades diferentes, sé que tampoco debí decirla eso y sé que es prácticamente imposible que volvamos a coincidir... pero lo que también sé es que AHORA lo nuestro sí sería real. La quiero mucho.
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