<body><script type="text/javascript"> function setAttributeOnload(object, attribute, val) { if(window.addEventListener) { window.addEventListener('load', function(){ object[attribute] = val; }, false); } else { window.attachEvent('onload', function(){ object[attribute] = val; }); } } </script> <div id="navbar-iframe-container"></div> <script type="text/javascript" src="https://apis.google.com/js/platform.js"></script> <script type="text/javascript"> gapi.load("gapi.iframes:gapi.iframes.style.bubble", function() { if (gapi.iframes && gapi.iframes.getContext) { gapi.iframes.getContext().openChild({ url: 'https://draft.blogger.com/navbar.g?targetBlogID\x3d36639360\x26blogName\x3dPrincipito+desencantado\x26publishMode\x3dPUBLISH_MODE_BLOGSPOT\x26navbarType\x3dBLUE\x26layoutType\x3dCLASSIC\x26searchRoot\x3dhttps://principitodesencantado.blogspot.com/search\x26blogLocale\x3des\x26v\x3d2\x26homepageUrl\x3dhttp://principitodesencantado.blogspot.com/\x26vt\x3d6790624664050696456', where: document.getElementById("navbar-iframe-container"), id: "navbar-iframe" }); } }); </script>

Principito desencantado

Historias de un principito sin reino y sin princesa

La tormenta de arena

24 agosto 2011
La chica del vestido blanco me cogió de la mano y me llevó a la barra. Llevaba una camiseta estampada de tirantes y un short rojo que no podía dejar de mirar. Pedimos un gin tonic mientras yo apuraba mi vozka en sus labios, labios carnosos apenas manchados de carmín encarnado. ¿Te vienes a dormir conmigo? le pregunté. , contestó ella sin dilación. Nos besamos muy suave, mordiéndonos los labios una y otra vez y jugueteando con nuestra lengua lenta y pausadamente. No era un beso cualquiera, era un beso con cierta complicidad, como si lleváramos diez años seguidos besándonos. Seguimos hablando. Le gustó mucho el detalle de dejarle mi número en su buzón, dijo que fue especial. Creo que en ese momento consiguió sacarme los colores. Por fin, cuando mis manos se perdían donde acaba su espalda comenzó a sonar esta canción...


Solo le dije bésame.

Etiquetas: , ,

Creciendo

23 agosto 2011
En la historia de la chica del vestido blanco hay algo que no he contado y es importante. A ella la he conocido en mi nueva ciudad, en la que llevo viviendo durante los últimos cinco años, pero es que a mí... ¡me han trasladado a mi ciudad natal! Parece increíble pero cuando me lo ofrecieron no pude decir que no. A nivel profesional está claro que he mejorado pero a nivel personal la cosa cambia ya que no lo estoy pasando nada bien. Se me ha hecho duro volver a casa de mis padres, dejar a mis amigos de allí y por si esto no fuera poco, conozco a esta chica precisamente ahora. Al menos pienso que el verano ya casi ha pasado y ya solo me quedan cuatro meses para volver al lugar donde ahora mismo tengo mi vida.

Etiquetas:

La chica del vestido blanco

10 agosto 2011
La conocí un día por casualidad. Me fijé en su vestido y ella se fijo en mí. Nos gustamos, nos besamos y acabamos en su cama. Ya de día me fui. Solo me llevé su carmín en mis labios y el pelo alborotado. Excepto su casa y ese acento que le delataba no sabía nada más de ella. Al día siguiente la busqué pero no encontré ni rastro de ella. No podía irme de esa manera. Hice una locura. Escribí mi número en un papel y me planté en su casa. Una vecina me abrió y le metí mi número en el buzón. Sabía que me exponía demasiado. Quizá tuviera novio, quizá no quiso nada más de mí o quizá se lamentara igual que yo de no tener mi móvil.

El tiempo pasó y mi teléfono seguía sin sonar. Dos semanas después volví a salir por los mismos sitios donde unos pocos días atrás nos comimos la boca. No esperaba encontrarla pero el sábado a última hora la vi. Eran ya las cuatro de la mañana y me dirigía al baño cuando me topé de frente con ella. Primero se sorprendió pero a los dos minutos estábamos besándonos como locos. Y no solo besos, también hubo palabras, abrazos, caricias y algo de ternura. Fue especial. Dijo que vendría a dormir conmigo pero poco a poco el miedo se apoderó de ella. Tanto que, después de media noche juntos, se fue. Así, sin más. De nuevo, sin mi número.

Volvió a pasar el tiempo y ni rastro de la chica del vestido blanco. Pasados quince días y una vez perdida la esperanza, de repente, un número desconocido hizo sonar mi móvil. ¡Era ella! No os podéis imaginar la sonrisa que se resbaló por mi cara. Hablamos de todo y de nada, se disculpó y entablamos el camino a lo que puede ser una buena amistad, amistad "sin presión" como le gusta decir a ella...

Etiquetas: ,