Principito desencantado

Él estuvo con ella. Quería saber que era lo que sentía. Se dio cuenta de que algo había cambiado, su amor ya no era tan grande, muchas de las gotas de jabón de su burbuja se habían secado ya. ¿Por qué? Intentaron abrazarse pero se dieron cuenta de que ya no sentían lo mismo, había mucho dolor entre sus brazos. No solo él se dio cuenta, ella también lo hizo y de la tristeza que tenía se encerró en la cocina esperando que alguien la consolará, que él la consolará... pero él se marcho.

Al día siguiente la estampa se repitió. Él sabía que sería la ultima vez que pisaba su casa. No podía aguantar las lagrimas, lloraba sin parar, tantos momentos vividos entre esas cuatro paredes, en esa cama, en esa salita, en su habitación... tan buenos momentos y tan malos. Lo observaba todo, quería recordar esa casa, ese lugar donde se cumplieron muchos de sus sueños, muchos de los mejores momentos de su vida. Ahora ya nada de él quedaba allí, ella lo metió en una bolsa días atrás. Todo lo que a ella no la pertenecía era de su ángel. Él lo sabía y lloraba sin consuelo. No entendía como todo aquello se perdió. Ambos sabían que era el fin.

Por la tarde su corazón le echó la zancadilla a su cabeza. La llamo creyendo en la reconciliación. Sabía que quizás habría una única esperanza y que podían luchar por ello. Ella se sorprendió. No podía quedar, ya lo había hecho con su ángel, aquel que ocupo su vida hacía ahora casi dos meses. Se había equivocado, se estaba engañando a sí mismo. Por la noche ambos hablaron y ambos sabían que todo eso es imposible ya. Su historia de amor se acabó para siempre. Lo pudieron tener todo y se perdieron el uno al otro. Una pena. Ahora solo queda mirar hacia delante.

Esta entrada fue escrita el jueves, octubre 26, 2006. Deja tu comentario.