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Principito desencantado

Historias de un principito sin reino y sin princesa

04/01/06 Soledad

Hace poco más de un año tuve que irme otro país durante cuatro meses. Cuatro largos meses. Antes de marchar mi amiga ya había llamado a mi puerta en innumerables ocasiones pero siempre me resistía a abrirla. Decidí huir, dar un cambio en mi vida y así perderla de vista.

Una vez allí no pude resistirme y la abrí la puerta. Fue muy duro. Durante mi estancia allí ella me acompañó siempre y en muchas ocasiones me vio llorar con desesperación y con pena. Me seguía a todas partes, daba igual que estuviera solo o rodeado de gente pero ella estaba siempre ahí. Hubo momentos especiales en los que se fue pero fueron efímeros. Cuando llegó la navidad, mi amiga me dejó solo, sabía que estaría bien acompañado y no se preocupó por mí. A pesar de ello, pasadas estas fechas, volvió a hacerme una visita durante unos diez días. Al cabo de ese tiempo me dijo adiós y se fue. Desde entonces ya no volví a verla ni a saber nada de ella. Deseaba no volver a verla jamás pero sabía que eso era muy dificil.

Pero un día de noviembre pasó algo. Alguien llamó de nuevo a la puerta de mi vida. Era ella, después de un montón de meses volvió a acordarse de mí. Tenía dudas y no sabía si dejarla pasar. Al final, sin quererlo, alguien abrió las puertas por mí y ella entró para quedarse. Se acomodó rápidamente y con ella llegó el frío.

Hoy es mi eterna compañía. Me pregunto cuándo volverá a marcharse para nunca más volver.

Mi amiga se llama soledad.
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