Escribir de resaca sé que no es la mejor idea. Incluso sé que la mejor idea es no escribir. A veces pienso que cuando me pongo delante de la pantalla lo hago para no olvidar, para que la huella de la señorita imperdible siga ahí y de paso castigarme un poquito. Sí, creo que es eso. Muchas veces pensé en cerrar está mierda que se me ocurrió abrir hace ya ocho años pero por unas cosas u otras aquí sigo, lamentándome.
Sigo bastante apático y asocial. Salgo porque hay que salir, porque después de currar cinco días me apetece emborracharme un poco e intentar olvidar todas mis putas historias pero es que ni con esas. Hoy, no me digas tú por qué, me acordé de ese penúltimo día en La Gramola. De tu camisa caqui y tus pantalones negros, de tus botines, de tu pelo perfectamente planchado, de esa pinta y esos cacahuetes, de ese libro que me quería llevar y no pagar, de tu sonrisa... El otro día escribí que me estaba volviendo loco. Hoy digo que estoy loco.
Lo peor de todo esto es que lo pago con los demás. Hace días que mis conversaciones con mi madre y familia se remiten a whatsapp. No digamos con mis amigos de mi ciudad natal. Y con mi compi de piso últimamente hasta me molesta. Solo me apetece estar en casa solo, con mis libros, mi play, mis series... Este finde mis amigos tenían previsto ir a León y en el último momento les dije que no. También esta semana he rechazado tomar varias cervezas con amigos. No me apetece, no quiero. Esto es mío y lo tengo que pasar yo.
Y luego están mis miedos. Terribles. Conocer a alguien, besarla, pasar una noche con esa desconocida. No quiero y no puedo. Está ella en mi cabeza!!! Cómo me gustaría poder sacarme el cerebro y dejarlo en la mesilla de noche... La última vez fue con ella. Me conozco y no quiero que mi conciencia me machaque aún más de lo que lo hace, no, no quiero. Prefiero no hacer nada ahora, es más sano para mi maltrecha e insana cabeza. Duro pero sano.
Y así pasan las horas, los días, los meses... y sigo en este bucle infinito sin dar pasitos ni para delante ni para atrás. Con aquel regalo tan especial que te compré en Sofía metido en tu caja, con tus imanes, con tus letras, con tu reloj, con nuestro amor.
Otra vez lágrimas.